Carlos Cuesta, que ejerce de periodista, pero cuya formación y cultura es mucho más amplia, es un hombre muy joven, desconocido en el panorama mediático hasta hace poco tiempo, y hace gala de la independencia partidaria que han perdido tantos periodistas. No es neutral, defiende lo que cree, pero no se arrima al buen árbol, ni hace de vocero de nadie, ni interpreta dosieres repartidos en Génova o en Ferraz. Es un español libre y un ciudadano consciente que exhibe un discurso patriótico en cualquier tema que aborde: víctimas del terrorismo, crisis económica, o crisis territorial. Ahí surge siempre su enfoque patriótico, tendente a defender el interés común, el proyecto común, la causa y la casa común. De pocos periodistas puede hoy decirse eso. Parece que el periodista se ha convertido en un adosado del político y demasiadas veces hablan como simples guiñoles en lugar de como informadores independientes con ideas propias. Claro que Carlos Cuesta no es uno de éstos.
Ha acertado Pedro J. Ramírez con este timonel para su vuelta al mundo, porque, respetando ampliamente la pluralidad mínima exigible a un programa de debate e invitando a algunos de esos que reproducen consignas, no se convierte en mero árbitro y espectador. Insisto; no es, ni mucho menos, neutral. No es partidista pero toma partido. Se moja, se compromete. Es claro y directo. Es audaz. Por eso triunfa y por eso gusta a la gente, que está hasta el gorro de paniaguados y charlatanes. Esa autenticiad de Carlos Cuesta se reconoce en las calles, y se jalea y aplaude. Yo, y muchos, lo hemos podido constatar en las últimas movilizaciones cívicas. En ellas es uno de los personajes más aclamados. Cierto que hay otros muchos comunicadores muy queridos pero no suelen dejarse ver en estos tumultos. Carlos Cuesta, en cambio, está en el plató y en la acera. Y como no es lo mismo predicar que dar trigo, él defiende su verdad con la palabra y con su presencia física en las manifestaciones. Vamos, que predica con el ejemplo.
Siempre me ha llamado la atención el fenómeno de masas que representan algunos periodistas o medios de comunicación. Son aclamados en la calle como cantantes deseados o políticos admirados -rara avis estos últimos, cada vez más- y eso le ocurra a Cuesta, que lejos de cualquier divismo se mezcla con su gente, y vuelve, —supongo—, con ánimos renovados a defender desde la tele, la radio y la prensa escrita la unidad de la nación española y la libertad y la vida de los españoles, dándonos algo de esperanza a todos nosotros.
Ojalá en el barco de esa Vuelta al Mundo, o en el del Gato al Agua, o en el de Debates en Libertad haya cada vez más españoles, que naveguen con un rumbo cierto y preciso; y se alejen de las norias y tiovivos que sólo buscan volver sobre lo mismo, enzarzarse en lo de siempre, enfrentar a media España con otra media, y no aportar jamás una solución para el futuro de España. Esperemos que Carlos Cuesta triunfe en su empeño. Será un triunfo para todos nosotros, para toda España.
Publicado en Alba el 20 de Mayo de 2011.
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