viernes, 22 de noviembre de 2013

El disparate ha ido demasiado lejos


Podríamos alegar que fueron organizaciones hipersubvencionadas quienes llevaron a cabo la cadena humana, y sería cierto. Podríamos aducir que contó con todas las facilidades del Gobierno autonómico de Cataluña, y sería cierto. Que fue espoleada por los medios de comunicación públicos y concertados, que son todos, y sería cierto. Que contó con menos apoyo político explícito –sólo Convergència, ERC y CUP- que en ocasiones anteriores, y también sería cierto. Pero lo que de ninguna manera podemos hacer es negar la magnitud del acontecimiento, cerrar los ojos a la nueva demostración de fuerza del separatismo en Cataluña.
Más de treinta y cinco años no queriendo ver el problema, rebajando su gravedad –“son cuatro gatos”, decían-, poniéndole paños calientes, cediendo más y más competencias, haciendo la vista gorda a los incumplimientos judiciales en materia lingüística, regalando la educación al nacionalismo y desentendiéndose de ella, facilitando todos y cada uno de los instrumentos que han precisado los diferentes Governs para su labor de ingeniería social; tolerando, en fin, una paradiplomacia que hoy ya vende al mundo la imagen delirante de una Cataluña oprimida y en estado de semi-colonización.
El Estado no ha podido ser más generoso; una generosidad, rayana en el candor, que no ha servido para integrar a los insaciables nacionalismos fragmentarios sino para alimentarlos. Algunos parecen no haber entendido aún que no se puede integrar a quien no se quiere integrar. Cataluña es “nacionalidad” en la Constitución, “nación” en el Estatuto y ha construido, con la permisividad suicida de Madrid, estructuras propias de un Estado, ¿por qué no iba entonces a ser un Estado?, inquieren hoy los secesionistas.
El disparate ha ido demasiado lejos. Si el Estado no actúa, no ejerce su poder, que es inmenso, será responsable y cómplice de lo que pueda devenir en el futuro. Una Cataluña escindida del resto de España no acabaría con el problema, lo iniciaría: crearía un gravísimo precedente para otras regiones con aspiraciones separatistas a las que ya no se podría contener, reclamaría territorios “propios históricamente” –Valencia, Baleares, la franja de Aragón- y, en definitiva, acabaría por balcanizar la península ibérica haciendo de España, el Estado Nación más antiguo de Europa, un Estado fallido, un Estado extinguido.
La inacción del gobierno -y del jefe del Estado- es irresponsable y suicida.
No valen los encuentros privados en una lóbrega habitación de la Moncloa, vale lo que se diga y se escuche a la luz de los focos del Parlamento, que es la sede de la soberanía nacional. España no es un intercambio de cromos cuyo futuro puedan dirimir dos presidentes -nacional y autonómico- un martes cualquiera. La soberanía nacional reside en el pueblo español en su conjunto, no se puede trocear. Y no se va a trocear. España pertenece, toda, a todos los españoles. Cádiz, Santander o Coruña son también parte de los separatistas que se manifestaron ayer. Y Gerona, Montserrat o Pedralbes son parte irrenunciable de gaditanos, santanderinos o coruñeses. Irrenunciable. La Historia, y quizá los tribunales, juzgará a los insensatos que pretenden que la sociedad catalana elija, entre Cataluña y España, sólo a una de ellas. Pudiendo tener las dos.

Santiago Abascal Conde
Presidente de la Fundación DENAES

Diario La Razón, 12 de octubre de 2013

Rigor en la política, rigor en el periodismo


Vivimos en tiempos convulsos. La desafección de los ciudadanos por la clase política está engarzada en una multitud de casos de conductas poco ejemplares por parte de quienes operan en la esfera de lo público.  El periodismo ha jugado un papel fundamental en el descubrimiento y la denuncia de estos casos, que poco a poco van concienciando a todos de que los administradores de lo público deben ser rigurosos en su forma de actuar, y transparentes para rendir cuentas de sus actuaciones.  Esta mayor exigencia de los ciudadanos, espoleados por el periodismo, es sin duda un rasgo de la mayor madurez que afortundamente va alcanzando nuestra democracia, en algunos aspectos; no en todos, por desgracia.  

Para poder consolidar este nivel de exigencia de rigor con los empleados públicos, es necesario mantener el mismo nivel de rigor en el periodismo.  Es claro que si se suceden casos de falsas denuncias, o de artículos poco rigurosos que apuntaban a grandes escándalos que realmente no tuvieron lugar, la credibilidad de la prensa se puede ver comprometida; pero con ella se pierde además la capacidad de exigir rigor a los políticos. Si lo que se denuncia en un artículo acerca de un determinado caso no es cierto, podrá deducirse que en otros casos tampoco lo era.  Al incurrir en semejante falta de rigor periodístico, se pierde la capacidad de exigir rigor a los políticos.

En ese contexto, he leído con preocupación las informaciones aparecidas en la edición madrileña del diario El País los días 6 y 7 de noviembre, donde observo, precisamente, una gran falta de rigor y sospecho de una intencionalidad poco objetiva. Es por ello que ahora me veo en la obligación de aclarar los siguientes términos.

El pasado día 5 de noviembre comparecí en la Asamblea de Madrid en calidad de Director Gerente de la Fundación para el Mecenazgo y el Patrocinio Social. Expliqué los fines y estructura de la fundación, así como el trabajo que hemos desarrollado en esta fundación desde hace siete meses. Esta comparecencia fue un ejercicio de transparencia de las que cabe esperar de los administradores de lo público.  Como nada tenía que ocultar, respondí a las preguntas de representantes de todo el arco parlamentario, con las limitaciones propias del tiempo establecido.

En esa comparecencia expliqué los fines y objetivos de la fundación; que en estos siete meses hemos elaborado un nuevo Plan de Actuación, hemos procurado de manera denodada la captación, a través de compañías privadas, de patrocinios y donaciones, y hemos llevado a cabo numerosos contactos y visitas a empresas (durante mi comparecencia especifiqué un listado de más de 70). También expliqué que estos contactos han sido muchas veces infructuosos, y cómo esto está relacionado con la crisis económica que ha perjudicado al sector público y privado, y con la creación de fundaciones propias por parte de numerosas empresas (hecho este por el que sin duda debemos felicitarnos).  Este análisis, me lleva, y así lo expuse públicamente en la Asamblea de Madrid, a reflexionar sobre la viabilidad, eficacia y existencia misma de la empresa pública que dirijo y otras de naturaleza similar. Comprendo que es inusual que un empleado público analice la viabilidad del propio vehículo en el que está empleado; pero lo considero una responsabilidad que asumo voluntariamente.

Aclarado lo fundamental de mi comparecencia, quisiera comentar adicionalmente los siguientes puntos que aparecen distorsionados en los artículos de El País:

1. La Fundación para el Mecenazgo y Patrocinio Social cuenta con una trayectoria de doce años. Mi responsabilidad, como es natural, se ciñe a los últimos siete meses, en los que he sido su responsable.

2. La plantilla de la Fundación para el Mecenazgo y el Patrocinio Social, antaño más numerosa, hoy cuenta con dos trabajadores, incluyéndome a mi mismo, consecuencia de las restricciones para nuevas contrataciones que establece la Comunidad de Madrid.

3. La inversión pública, como es lógico en un contexto de crisis como el actual, ha ido reduciéndose la asignación durante los últimos años hasta los 183.600 euros asignados para el ejercicio 2013.

4. Con respecto a mi salario, en mi comparecencia en la Asamblea de Madrid expliqué (de nuevo la transparencia) que es el mismo que el de cualquier Director General de la Comunidad de Madrid, sueldo que yo no decido. Un sueldo que califiqué de “excelente, más en los tiempos que corren” y del que dije trabajaba a diario para poder estar a la altura de las expectativas que genera quien recibe un sueldo de esa naturaleza.

5. Con mi llegada a la fundación el pasado mes de abril, se realizó el traslado de la fundación a una ubicación austera: nuestra actual oficina en la calle Bretón de los Herreros que, según su periódico, “nadie diría que está en ese bloque”, y añaden el que sin duda ha debido parecerles un detalle relevante: “hay propaganda del club de Spa Metropolitan en el suelo”. Reconoce El País haber husmeado en nuestro buzón y haber preguntado al vecindario por nuestra actividad, quizá buscando un titular del tipo: “La Fundación en la que supuestamente trabaja Abascal no tiene actividad alguna”. Lástima que abriera yo personalmente la puerta y se quedaran con un titular algo menos ambicioso: “El piso que Abascal usa de oficina es propiedad de la Consejería de Economía”. Es decir, que una fundación de la Comunidad de Madrid está ubicada en un piso… que pertenece a la Comunidad de Madrid. Todo un descubrimiento que da incluso para un titular.

En definitiva, y al margen de la austeridad del lugar en el que desempeño nuestra labor, y al que nos hemos adaptado con absoluta normalidad, les invito a seguir conociendo el barrio, el vecindario y fisgoneando en nuestro buzón.

Quizá acaben por dar con su ansiado titular. Aunque tendrán que inventarlo.

Santiago Abascal Conde,
Director Gerente de la Fundación para el Patrocinio y Mecenazgo Social

8 de noviembre de 2013

martes, 12 de noviembre de 2013

La Hispanidad


Año de 1492. Los Reyes Católicos concluyen la Reconquista con la toma de Granada, Antonio de Nebrija publica la primera gramática de una lengua romance y el almirante Colón, en uno de los hechos más importantes de la historia universal, avista por primera vez la costa americana. Lo que seguirá constituye una de las más grandes gestas que haya realizado un pueblo alguno: descubrir, conquistar, colonizar y organizar política y económicamente un territorio de 20 millones de kilómetros cuadrados.

Desde el primer momento los Reyes Católicos dieron carácter de empresa política y religiosa al hallazgo náutico de Colón. España se convertía en la mayor potencia del mundo y una de las principales en la historia. La empresa americana, además de la creación de un formidable imperio hispánico, posibilitó que la idea de España adquiriera carta de plena naturaleza. España desbordaría su propio territorio, sus límites geográficos naturales, para extenderse y hacerse universal. La colonización española se caracterizó, a diferencia de otras, por generar una población con altos niveles de mestizaje genético y cultural entre pueblos originarios, africanos subsaharianos y españoles. Como dijo Venancio Carro, "la cara de muchos hispanoamericanos es un documento viviente y nuestra mayor apología".


Si hubo un pueblo que cuestionó (hasta el punto de plantearse la renuncia) sus propias conquistas territoriales, ése fue el español, a través del cardenal Cisneros y de Isabel la Católica; una España que prohibió la esclavitud, que destituyó a quienes cometieron excesos y atropellos, que sin duda los hubo, y que proclamó que los indígenas tenían alma, que debían ser evangelizados, que se mezcló con ellos, que no reparó en razas ni lenguas.

Congreso de la Hispanidad (DENAES/Villacisneros) Octubre 2013


Es cierto, se contravinieron órdenes expresas de protección de la población nativa dadas por la reina Isabel y se produjeron episodios de violencia que dieron lugar a un vivo debate en España. El dominico Bartolomé de las Casas se erigió en la voz crítica contra los desmanes. Este aspecto oscuro constituirá en el futuro la piedra angular de la llamada Leyenda Negra. Crueldad, racismo y hasta genocidio serían conceptos que los enemigos de España procurarían vincular al nombre de España.

La Brevísima relación de la destrucción de las Indias, un cúmulo de despropósitos, exageraciones e inexactitudes del citado Las Casas, proveyó de munición argumental a los adversarios de España, y lo que es más grave,

produjo una explosión típicamente española de autocrítica, de carácter masoquista y casi suicida. (…) Los españoles, mientras creaban un vasto y envidiable imperio, forjaron, sin inhibiciones, armas para su propia difamación. Los holandeses e ingleses no mostraron reparo alguno en utilizarlas en su propaganda contra la poderosa España (Philip W. Powell).

Así, los relatos de Las Casas servirían de base para la literatura antiespañola, que desde todas las cancillerías europeas se traduciría con títulos cada vez más espeluznantes, y lo peor de todo, aceptados y asumidos como verdades incuestionables por los propios españoles. El hispanista francés Pierre Chaunu no hace sino confirmarnos que

las representaciones exteriores de España son también las que le han afectado más profundamente. (…) La especificidad profunda de la leyenda negra radica (…) en que esta imagen de sí misma ha afectado a España como no ha afectado ninguna otra imagen externa a cualquier otra nación.

Un estado de esquizofrenia colectiva que, en palabras de Julián Marías,

partiendo de un punto concreto –supongamos que cierto-, extiende la condenación y descalificación a todo el país a lo largo de toda su historia, incluida la futura (…) sin prescribir jamás.

Con pasmo seguimos contemplando el triste espectáculo de compatriotas como el del concejal de la localidad malagueña de Mijas que rechazaba la denominación de una calle como Avenida del Descubrimiento por sus "connotaciones políticas de ideología españolista y excluyente", que ocultan “la limpieza étnica que llevaron los españoles a cabo”.

Es por eso por lo que la Fundación Denaes y la Fundación Villacisneros celebrarán mañana y pasado el I Congreso de la Hispanidad. Para ajustar la verdad a la historia de la mano del Premio Nacional de Historia García Cárcel. Pero no solo. Expresidentes hispanoamericanos nos acompañarán para ilustrarnos sobre el legado que hoy compartimos 500 millones de hispanos, académicos de la lengua hablarán sobre la unidad y homogeneidad del idioma español en comparación con otras lenguas de comunicación internacional; serán muchos los expertos que durante los próximos días visitarán la Casa de América para recordar que esta vieja nación que hoy algunos quieren dinamitar escribió páginas imborrables de la historia universal, dejando sembrada de nombres hispanos la toponimia del planeta.

Serán días para subrayar lo mayúsculo, lo universal, y para ceñir lo minúsculo, lo aldeano, los movimientos regionalistas, a su verdadera y raquítica dimensión.

Vivimos un momento histórico idóneo para recuperar la Hispanidad con más fuerza que nunca, como un sentimiento de hermandad universal.

Reivindicamos España y con ella su mayor obra, la Hispanidad.

Santiago Abascal Conde, presidente de la Fundación Denaes.
(Artículo aparecido en Libertad Digital el 10 de octubre de 2013)

martes, 11 de diciembre de 2012

Discurso de la Plaza de Colón, por la unidad de España (6/12/12)



Transcripción:


Compatriotas;

¡ESPAÑA,  SOMOS TODOS! 

Formamos parte de una Gran Nación.

Habéis respondido al llamamiento de la Fundación para la Defensa De La Nación Española. GRACIAS, en el trigéismo cuarto aniversario de la Constitución de 1978.

Es un orgullo ver ondear nuestra bandera.  Miles de nuestras banderas.

Es un orgullo estar junto a vosotros hoy y aquí. En el inicio de algo grande.

Dijo Unamuno, y yo quiero y puedo repetirlo hoy:

“Yo soy vasco y, por eso, doblemente español”

Y por eso me permito la licencia de comenzar hoy una proclama de 1808: La de los vascongados a los demás españoles, en el contexto de la Guerra de la Independecia, para -reformulada- dirigírosla  hoy a todos vosotros.

Así decía entonces los vascongados:

Españoles; Somos hermanos, un mismo espíritu nos anima a todos.

 Aragoneses, Valencianos, Andaluces, Gallegos, Leoneses, Castellanos, (catalanes)  todos nombres preciosos y de dulce recuerdo para España, olvidad por un momento estos mismos nombres de eterna memoria, y no os llaméis sino Españoles


Amigos:

Hemos venido hasta aquí para defendernos. Para defender un valor que atesoramos desde hace siglos y que nos ha sido legado: la unidad de la Nación Española.

Hace  pocos meses aun se nos caricaturizaba a todos nosotros, -a todos vosotros-,  como “los del España se rompe.”

Nos llamaban agoreros,  nos llamaban fatalistas.  Ojalá hubieran tenido razón.

Pues bien, ya nadie puede reírse, ya nadie puede hacer chanzas,  porque ya están llamando a la puerta  los que quieren romper España.

Ahora ya no se puede discutir si el peligro para la unidad de España es de mayor o menor gravedad, porque sabemos que es gravísimo. 

Sin embargo, muchos españoles de buena voluntad, -por pereza, por educación, por ceguera o por el deseo de esquivar disputas- aun no le dan a este órdago, -que está sobre la mesa-,  la importancia que tiene, ni se dan cuenta de sus consecuencias.

Algunos –incluso-  infravaloran la capacidad disolvente y dañina del secesionismo, lo que  es -a todas luces-,incomprensible, porque los adversarios de la unidad están bien organizados y son  muy visibles desde hace  décadas.

Están bien financiados con nuestros propios impuestos, asistidos por la poderosa arma de la educación,  una educación adoctrinadora, y una doctrina falseada, que no han dudado en usar contra España,  contra su realidad histórica, contra su democracia, y  contra su proyecto común.

Disfrutan  sin disimulo de los potentes altavoces que les dan "los medios de comunicación  del editorial único", herramienta indispensable de ese régimen que se ha sublevado contra España.

Otros españoles bienintencionados, -por cansancio, por hartazgo-, han caído en la trampa de los separatistas;

¡Cuántas veces no hemos oído! , cada vez con mayor insistencia (incluso entre nuestros propios amigos) esa frase fatal y derrotista:  “¡que se vayan, que les den la independencia!”

Si precisamente los nacionalistas quieren imposibilitar los afectos entre los españoles, borrándolos de un plumazo. No caigamos en su provocación permanente. No nos permitamos entrar en su juego.

¿cómo ibamos a permitir eso? ¿Cómo vamos a aceptar que se vayan solo por no oir a los cabecillas separatistas?

¡Mirad este árbol ¡, símbolo de DENAES, en cuyo tronco se representa a España y en sus ramas a las regiones.  Si la rama se separa del árbol, el tronco sufre. Pero  la rama muere.

Y nosotros no queremos eso. Porque nosotros amamos a Cataluña y al País Vasco precisamente porque amamos a España.

Y queremos a nuestros compatriotas catalanes y vascos,  y nunca nos permitiremos abandonar a  esos compatriotas a su suerte. Menos aun a los más débiles; aquellos que están siendo discriminados por el nacionalismo.

Porque donde España se ha retirado, la libertad ha desaparecido. ! No debemos retroceder!!

Conocemos nuestras debilidades.

 Y también las de los enemigos de la unidad.

Pero igualemente conocemos algo que es mucho más importante: nuestra fortaleza. Nuestra gran fuerza. La solidez de la Nación Española.

España constituye una poderosísima tela de araña de afectos, interrelaciones, y ligazones de todo tipo.

España está mucho más unida de lo que parece, y de lo que les gustaría a los separatistas.

España no se rompe, ni se romperá, gracias a  la fortaleza de la idea de España y gracias a  la fortaleza de su realidad histórica.

Y España no se rompe ni se romperá, por los que estamos aquí, decididos a defenderla.

La pretensión de separar al País Vasco y a Cataluña de su matriz española no es como  coser y cantar.

España no  es una realidad cogida con alfileres. España no es un mito. España no es una cáscara. España no es una entelequia. España no es una fantasmagoría como esas nacioncitas inventadas. Ni una superestructura. ESPAÑA ES UNA GRAN NACIÓN.

La unidad de nuestra Patria se mantiene  y se mantendrá por esa solidez muchas veces centenaria,  y no  sólo porque lo digan unas leyes.

Y por eso, no se romperá porque un puñado de españoles hayan elegido el fracasado  camino de traicionarse a sí mismos.

Nuestras fronteras llevan siendo esencialmente las mismas desde hace 500 años Somos el país más estable de  Europa. España es una Nación  muy definida y muy formada.

Y eso no es por casualidad.

Es porque lo común existe. Además de lo particular, existe el elemento común. Hay una historia común, una bandera común, un himno común, hay una lengua común. Y hay unos sentidos y sinceros afectos mutuos entre los españoles..... y todo ello es precisamente lo que los nacionalistas quieren borrar y sustituir. 

Pero, -aunque conozcamos esa gran fortaleza de la Nación Española-, no podemos dormirnos en los laureles.

Nosotros estamos aquí porque somos conscientes de la gravedad de la situación para la convivencia nacional.

Y porque no nos llamamos  a engaños sobre las intenciones separatistas declaradas,  de los que han elegido el penoso camino de  ser enemigos de España,  de la legalidad, y de la libertad de sus hombres y mujeres.

Y porque queremos seguir mirándonos al espejo cada mañana y que éste no nos devuelva la imagen de la cobardía, de la impotencia, y del desistimiento.

Queremos vernos en ese reflejo -y  queremos sentirnos- reconocidos en los mejores valores que hicieron grande, admirada y envidiada a nuestra nación: la unidad, el honor, la universalidad, la lealtad, la honra,  la gallardía, la humildad, la solidaridad, la hermandad humana.

Queremos ser merecedores de llevar el título de españoles, como un timbre de honor, pues no otra cosa que un honor es ser español. 

Y es por eso que no vamos a tolerar que la unidad de España se precipite por el sumidero de la Historia. Al menos no lo vamos a tolerar mansamente, y sin ofrecer resistencia, sentados en nuestros sofás, viendo el televisor.

Dejar de luchar no es propio de españoles.

Rendirse no es una opción.

Rendirse no es la opción de un pueblo por cuyas venas corre la sangre de Blas de Lezo; de Churruca; de los Héroes del 2 de Mayo, Daoíz y Velarde; de Jaime I el Conquistador,  o de Juan Sebastián Elcano

Rendirse no fue nunca la opción de un pueblo que recobró su territorio tras siglos de pérdida, de un pueblo cuyos vástagos abrieron camino de un confín al otro del un mar ignoto en la mayor aportación de España a la Historia Universal.

De un pueblo cuyo Imperio nunca vieron juntas ni Grecia ni Roma.

De un pueblo que peleó con uñas y dientes, y que derrotó al invicto Napoleón.

Rendirse no es la opción de un pueblo que proclamó en el Cádiz sitiado por el más grande ejército de la época, que la Nación Española no es patrimonio de ninguna persona, de ningún familia; y de un pueblo que con audacia  impulsó la andadura de la España Constitucional, siempre mirando a la hermana Hispanoamérica y apelando a los españoles de ambos hemisferios.

Rendirse no es la opción de un pueblo que en 1978 supo abrazarse en un gran acuerdo nacional, y supo mirar –con generosidad-  por encima de  sus querellas intestinas,  tratando de cerrar las heridas de una cruenta Guerra Civil.

Rendirse no es una seña de la identidad que hayamos heredados.

Ahora tampoco podemos rendirnos ante unos compatriotas equivocados y presos de un auto-odio tan incomprensible como desgarrador, para nostros y para ellos mismos.

Hasta ahora no les hemos combatido, ni les hemos hecho frente como merecían a esos dirigentes  nacionalistas, responsables de haber llevado a su pueblo -confundido y atónito-  a una situación imposible, y de haber iniciado un camino que va a ninguna parte.

Al contrario, durante décadas hemos hecho todo lo posible por integrarles en el proyecto común de España. Lo hemos hecho hasta la extenuación, y sólo hemos recibido su desprecio y su deslealtad. 

No se puede integrar a los separatistas; por una razón muy simple: ¡No se puede integrar a quien no  quiere  ser integrado!

Desde hoy, no vamos a dimitir de nuestras responsabilidades. 

Desde hoy no vamos a defraudarnos a nosotros mismos.

Y por eso lanzamos un mensaje nítido a los  a los dirigentes nacionalistas:

La Nación Española, -el territorio español-, es de todos los españoles sin distinción alguna. Cataluña no es solo de los catalanes. Pertenece a todos los españoles. Del mismo modo que Galicia no es sólo de los gallegos. Pertenece a todos los españoles, entre ellos también a los catalanes y a los vascos.

Porque; España, Somos Todos.

Nosotros no somos nacionalistas españoles.  Un nacionalista odia a otras naciones que considera enemigas. Nosotros amamos a España, y España es sinónimo de universalidad. Lo hemos demostrado en nuestra Historia.

Además el nacionalismo fraccionario busca crear una Nación despedazando otra. España no necesita eso porque ya es una Nación.

Los separatistas son nacionalistas. Nosotros somos, sencillamente,  españoles.

Y como tales. Somos poseedores de una herencia excepcional.

Tenemos la obligación de preservar esa herencia; y tenemos el reto de engrandecerla, para entregársela intacta a las generaciones del futuro, que tienen  a su vez la esperanza legítima de recibir mejorado ese legado extraordinario que se llama España.


Pero hoy el separatismo egoísta, de vuelo corto, y de minúsculo proyecto, quiere destruir ese legado; quiere terminar con nuestra unidad y con nuestra universalidad.

No hay derecho. No hay  ningún derecho, de ninguna clase,  a hacer lo que están haciendo con España, y lo que nos están haciendo a los españoles.

Los separatistas  apelan constantemente a sus sentimientos; pues bien, no son los únicos. También los españoles que amamos a toda España por igual, que apostamos por la solidaridad y la concordia, -también esos españoles- tenemos sentimientos, además de poderosas razones, y elevados ideales, de los que carecen aquellos que sólo buscan la ruptura y la división.

No hay derecho a que millones de  compatriotas  se vean obligados a asistir con estupor,  incluso con angustia, a este espectáculo lamentable en el que algunos han convertido el odio a España en una profesión.

A un estado de cosas esperpéntico en el que algunos pretender ejercer un inexistente derecho de llevarse por separado una parte de la herencia

A una farsa inaceptable en la que algunos, -haciendo de su capa un sayo-, se enseñorean frente a jueces, leyes y constituciones
  
Pero somos muchos los ciudadanos que decimos que hasta aquí hemos llegado:

Que exigimos que se cumplan las leyes o, -si no-, que se cambien.
- Que exigimos que los separatistas no ataquen impunemente las libertades y la igualdad ciudadana.
- Que queremos que nuestra unidad sea preservada como sea necesario.
- Y que vamos dejarnos la piel en el noble propósito de  restaurar los afectos entre los españoles.


Vivimos tiempos de zozobra e incertidumbre por muchas razones. La crisis económica precipita y hace más dañino el desafío secesionista de los quieren expoliar el legado de los ciudadanos de España.

Sin embargo, de la crisis económica saldremos adelante. Tarde o temprano. Mejor o peor.  Pero saldremos. Porque la crisis material es reversible.

Pero de una crisis nacional, -que acarree la ruptura de la Nación y la hipotética secesión de Cataluña o del País Vasco-, nos arrepentiríamos para siempre, y la lamentarían los hijos de nuestros hijos. Por eso no lo vamos a tolerar. Porque puede ser irreversible.

Tenemos la necesidad de estar unidos.

Tenemos la obligación, y la responsabilidad patriótica,  de estar unidos ante este desafío.

Es verdad que hoy los españoles tenemos muchas diferencias...pero ¿cuando no las tuvimos? ¿Acaso no ha sido esa otra de nuestras señas de identidad?

Pero hoy, esas legítimas diferencias deben ser aparcadas, para defender España todos juntos. Para defender la unidad nacional.

Porque…
Los del norte y los del sur
Los del este y los del oeste
Los de la izquierda y los de la derecha.
Los que quieren reformar la Constitución y los que no.
Los que viven holgadamente, y los que sobreviven con dificultades.

Todos, -sin distinción alguna-, tenemos que preservar aquello que nos une y que nos permite vivir en paz, en libertad, y en democracia.

Porque,  como dijo Azaña: "sin Patria, ni hay Republica ni hay Monarquía"

Y añadimos hoy que sin Nación,  ni hay libertad, ni hay democracia, ni hay Constitución.

Necesitamos la unidad.

Unidos somos más fuertes. Unidos somos mejores.

Ningún español por separado es mejor que todos los españoles juntos.

Por todo eso estamos hoy aquí;  en este acto de apología del valor de la unidad.

Porque la unidad de España es moralmente superior a la secesión; del mismo modo que la solidaridad es virtuosa frente la mezquindad del egoísmo, y del mismo modo que la concordia es preferible a la discordia y a la ruptura.

España representa todos esos valores y muchos otros. España es mucho más que una palabra.

España es mucho más que una vieja Historia.
España es una  sólida trama de afectos.
España es libertad.
España es igualdad ciudadana.
España es solidaridad.
España es universalidad.
España es pluralidad.
Pluralidad que sólo puede existir en la unidad.

España es sólo una. 

Vosotros representáis esos valores....los lleváis en la sangre....los portáis en vuestra cultura.  

Ser español no es unicamente  un modo de ser; es un modo de estar en el mundo.

  
Por desgracia no todos los españoles lo creen como nosotros lo hacemos.

Algunos de nuestros conciudadanos, -profundamente malintencionados o simplemente errados-, se han convertido   en los adalides de los contravalores de España,  en los portavoces de taifas liberticidas,  en los portaestandartes del privilegio y de la desigualdad, en orgullosos y descarados  partidarios del egoísmo, en propagadores de la discordia y de la mentira,  en  enemigos de la universalidad.

Y ahora vocean:

Que España no existe,
Que España les roba,
Y que ellos solos tienen derecho a decidir.

¡¡Mienten!!

Al afirmar eso, expolian a los españoles de un patrimonio que les propio e irrenunciable

Y mienten porque TODOS tenemos DERECHO A DECIDIR. Porque la soberanía nacional corresponde al pueblo español en su totalidad sin posibilidad de ser fragmentada.

Todos juntos, -y de ninguna manera  ellos solos-,  tenemos derecho a  decidir.

Y no sólo eso. Como Nación Histórica llevamos ejerciendo ese derecho a decidir  desde hace 500 años; y como Nación política, a través del sufragio,  desde 1812; y en democracia desde 1978; para que ahora algunos pretendan  tirarlo por la borda en el plebiscito   ilegal de  un domingo cualquiera.

Tal pretensión constituye  una inmensa frivolidad, además  una deslealtad incalculable con todos los ciudadanos españoles.

Estamos cansados  de su deslealtad y de su mentira.

Pero también…

Estamos resueltos a que España siga surcando la Historia, y a que lo haga triunfante, victoriosa, y unida.

A que sea una Nación de ciudadanos libres e iguales; y no de vasallos serviles.

Y a que ocupe el sitio y el lugar de honor  que le corresponde  en el  concierto de las Naciones.

Para lograr eso  sabemos que nuestros gobernantes se verán obligados a decir basta a los separatistas y a actuar con determinación y con firmeza desconocidas en décadas. Y estamos persuadidos de que el pueblo español sabrá comprender, -e incluso aplaudir-, esa determinación.

Amigos;

No os hemos pedido que vengáis a esta Plaza para desahogarnos, para hacer terapia, o para lanzar cuatro consignas.

Ni siquiera para dar respuesta a otras movilizaciones a favor de la ruptura.

Os hemos convocado a una gran tarea de reconstrucción de España.

A una tarea de restauración de su unidad,  de defensa de las libertades, de defensa del cumplimiento de la Ley fundamental.

Y os convocamos para que os dejéis la piel en la recuperación de los afectos entre los españoles.

Os convocamos para dejar de lado nuestras diferencias. Para renunciar a los ajustes de cuentas.

Os convocamos para mirar al horizonte, y para que, entre todos, construyamos un proyecto de España, en el que se abracen todos los españoles.

Y os hemos llamado para que os pongáis al frente, a la cabeza, para que seáis la vanguardia del  resurgimiento de la sociedad civil española.

No tenemos excusa. Se lo debemos a nuestros padres. Se lo debemos a nuestros hijos. Nos lo debemos a nosotros.

Tenemos el deber de hacer Historia.

Compatriotas:

Uno a uno, todos somos mortales, pero juntos somos eternos.
  
¡¡Viva España!!



Santiago Abascal, 6 de diciembre de 2012