viernes, 29 de julio de 2011

Manuel Abascal, elogio de un abuelo

Resulta difícil escribir sobre el propio abuelo, máxime cuando podría entenderse como licencioso hacerlo en estas páginas, dedicadas a glosar la figura de insignes o desconocidos patriotas españoles. Pero no hay licencia alguna. Es más, creo que he tardado demasiado en brindarle estas letras, y que el pudor de ser su nieto le ha hecho una injusticia, la de esperar más de lo debido este homenaje modesto, cariñoso, justo y merecido, ya que el homenajeado transita con salud camino de emular a su casi centenario padre, Santiago Abascal Canales, que falleció a las puertas de coronar un siglo de vida, con 99 flamantes años. Mi abuelo, Manuel Abascal Pardo, oriundo de la Montaña, se asomó a la vida el 7 de marzo de 1920 en la capital del mundo, que es como llaman a Arredondo los paisanos de la zona.

La guerra civil le llamó muy joven, ya en Vitoria, y le hizo recorrer media España como soldado del bando nacional en la parte final de la guerra y de la posguerra, padeciendo el hambre y la miseria, y siendo testigo del horror de aquella época. Por los pelos se libró de participar en pelotones de fusilamiento, y a punto estuvo de acabar en la División Azul. Por aquel entonces, la familia intentaba salir adelante recorriendo los caminos de Álava y Navarra, a lomos de unos mulos, vendiendo telas por los pueblos y caseríos. Allí, en uno de los permisos, conoció a Pilar Escuza Olabarrieta, una vasca auténtica, españolísima por lo tanto, a por la que no dudó en volver para casarse en 1946 en Oquendo, asentándose en Amurrio y estableciendo un negocio textil del que, aun hoy, vive gran parte de la familia.

Cuenta el abuelo que el gobernador civil le hizo alcalde (1963-1979), bajo amenaza de llevarle al calabozo. Y aunque entró a regañadientes no se hizo el remolón, procurando a la villa de Amurrio las conducciones que aun hoy permiten a los vecinos disfrutar del agua de las estribaciones del Gorbea, trayendo la industria con los actuales tres polígonos que emplean a miles de amurrianos y ayaleses, y construyendo las piscinas municipales, el frontón, y el campo de futbol de los que todavía gozan los vecinos. Me hace gracia oírle decir que él nunca hizo política. Entonces esbozó una leve sonrisa recordando la sarcástica frase de Franco invitando a hacer como él, no metiéndose en política. Pero el abuelo Manolo se defiende afirmando que el jamás benefició o perjudicó a nadie por ideas políticas. ¿Qué mejor tributo a la patria común que alejarse de las prácticas del sectarismo y del partidismo? Le creo a pies juntillas, no en vano, muchos de los concejales del PNV y Bildu en la actualidad tenían a sus ascendientes como concejales en la corporación que presidía mi abuelo, al que —paradojas de la vida— las Ikastolas de Álava reconocieron por su labor en favor de la lengua vasca como Diputado Foral de Promoción del Vascuence durante la dictadura.

Llegó la democracia y con ella el separatismo y el recrudecimiento del terrorismo. Y el abuelo Manolo tampoco se libró de este horror, siendo destinatario de las cartas de extorsión etarra, a las que nunca respondió. Jamás pagó. Ni huyó, a pesar del tajante “le buscaremos hasta ejecutarle” y a pesar de que en esos días, a escosas metros de su casa, la banda asesinaba a otros convecinos. Después la ETA trató en varias ocasiones de matar a su hijo, —mi padre—, y a su nieto, –yo mismo-, añadiendo a su existencia longeva losas de preocupación y pesar.

Firme como un junco, Manuel Abascal Pardo, ha permanecido en su tierra, en la parte de España en que quiso vivir, orgulloso, y nosotros orgullosos de él, engendrando a ocho hijos, rodeado de una veintena de nietos, disfrutando de biznietos que aun no saben la fortuna que tienen de conocer a este hombre excepcional. A sus 91 años, aun con el carné de conducir; devorando periódicos; calculando en euros como un adolescente; recientemente viudo tras 65 años de amor, entrega y compromiso; rodeado de todo el cariño, la honradez y el respeto que ha trasmitido, el abuelo Manolo aun pregunta, lo pregunta todo, como un hombre que siempre lo ha sido y lo es de su tiempo. Que Dios nos lo guarde muchos años.

Publicado en Alba.

1 comentario:

  1. Me encanta que cuentes tus cosas sin falsificarlas como aquella ministra que contaba que su padre se exilió a Roma por sus ideas antifranquistas y resulta que era el delegado de EFE y su mujer la de TVE. Lo único interesante de la memoria es la búsqueda de la verdad, una verdad fugaz y huidiza.

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