Un prodigio. Con veinte años Pascual Osa logró una plaza de profesor titular de la Orquesta Nacional de España. El jovencísimo profesor había estudiado percusión en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid y en la Musikhochschule de Berlín, de la mano del profesor Oswald Vogler. Con ese bagaje decidió completar sus estudios de piano y composición con el maestro Antón García Abril, y de dirección de Orquesta con el maestro Enrique García Asensio. Y con esas alforjas peleó por ese puesto de profesor titular que, casi imberbe, obtuvo como premio a su esfuerzo, a su genio musical y a su talento.
No puedo detenerme ni ocupar el limitado espacio de este artículo glosando el resto de su formación, enumerando sus logros, ni refiriéndome a las orquestas que ha dirigido por toda España e incluso en otros lugares del mundo, ni siquiera haré una relación de las numerosísimas veces que ha dirigido producciones de ópera o zarzuela en dispares teatros. Pero eso no importa, porque me interesa resaltar aquí otras facetas de este talentoso de la música.
Pascual Osa, enamorado de la música —basta oírle hablar de esa pasión—, matemático de las notas, en persecución de perfecto, de lo exacto, de lo indiscutible, no se ha conformado con codearse con los mejores, como uno más. Su pasión por la música sin apellidos tiene matices y límites en su pasión por España y por la música española, acreditado en el compromiso con la misma, que le ha hecho alejarse de modas, nadar contracorriente, y convertirse en un bicho raro para aquellos a los que, en una actitud profundamente snob, les pirra lo de fuera solo por venir de fuera y desdeñan lo de casa solo por ser de casa.
En el año 2000 Pascual Osa se lanzó a la aventura de fundar la Orquesta Filarmonía, de la que es Director Titular, y que, durante los nueve años de edición de El Conciertazo en TVE a cargo de Fernando Argenta, ha sido la orquesta del programa en ese largo periodo, siendo por otra parte la única orquesta sinfónica de carácter y gestión privados en España que ha alcanzado estabilidad y permanencia. En 2009, la Orquesta Filarmonía, en un intento de rizar el rizo de las dificultades y agrandando su aventura, decidió la loca apuesta de estrenar una temporada propia de música española, ante la constatación sorprendente de que de la música clásica que se interpreta en España, únicamente el seis por ciento es música española.
Pero este perdido por la música española que es el simpático y apasionado Pascual Osa no se ha sentido satisfecho con rescatar las mejores piezas del baúl de nuestra historia musical. Su lealtad a nuestra música y a España le ha llevado a no olvidar a nuestros mejores compositores vivos, algunos jovencísimos, y a dirigir sus obras para darles la visibilidad y el reconocimiento que merecen y que les hurtan las instituciones culturales españolas.
Habrá quien piense que esta apuesta por la música española y por los compositores jóvenes españoles colocan a Osa en las antípodas del mercado musical, aunque tan sólo le sitúan a años luz de las actitudes acomplejadas y pijas que no son capaces de reconocer lo bueno que tenemos en España, porque no pueden citar los nombres y apellidos de nuestros compositores y autores con el mismo acento snob e impostado con los que se refieren a los extranjeros, de los que probablemente sólo sepan recitar empalagosamente su nombre.
En definitiva, el bueno de Pascual Osa es un romántico inevitable, pero es también un hombre que sabe distinguir la virtud musical entre las partituras de un olvido empolvado, y es un hombre valiente que muestra al mundo su descubrimiento, su pasión, y su razón musical. Habrá quien vea contradicciones entre lo elevado, lo cosmopolita y lo espiritual de la música y la supuesta baja pasión del patriotismo, del amor a la tierra de los padres, y el intento por recuperar sus mejores piezas musicales. Pero no hay contradicción, porque tanto la música como la patria se encuentran en el terreno de las altas pasiones, que sólo los espíritus sensibles y elevados saben apreciar. Osa lo ha rubricado con su ejemplo.
Publicado en el diario Alba.
No puedo detenerme ni ocupar el limitado espacio de este artículo glosando el resto de su formación, enumerando sus logros, ni refiriéndome a las orquestas que ha dirigido por toda España e incluso en otros lugares del mundo, ni siquiera haré una relación de las numerosísimas veces que ha dirigido producciones de ópera o zarzuela en dispares teatros. Pero eso no importa, porque me interesa resaltar aquí otras facetas de este talentoso de la música.
Pascual Osa, enamorado de la música —basta oírle hablar de esa pasión—, matemático de las notas, en persecución de perfecto, de lo exacto, de lo indiscutible, no se ha conformado con codearse con los mejores, como uno más. Su pasión por la música sin apellidos tiene matices y límites en su pasión por España y por la música española, acreditado en el compromiso con la misma, que le ha hecho alejarse de modas, nadar contracorriente, y convertirse en un bicho raro para aquellos a los que, en una actitud profundamente snob, les pirra lo de fuera solo por venir de fuera y desdeñan lo de casa solo por ser de casa.
En el año 2000 Pascual Osa se lanzó a la aventura de fundar la Orquesta Filarmonía, de la que es Director Titular, y que, durante los nueve años de edición de El Conciertazo en TVE a cargo de Fernando Argenta, ha sido la orquesta del programa en ese largo periodo, siendo por otra parte la única orquesta sinfónica de carácter y gestión privados en España que ha alcanzado estabilidad y permanencia. En 2009, la Orquesta Filarmonía, en un intento de rizar el rizo de las dificultades y agrandando su aventura, decidió la loca apuesta de estrenar una temporada propia de música española, ante la constatación sorprendente de que de la música clásica que se interpreta en España, únicamente el seis por ciento es música española.
Pero este perdido por la música española que es el simpático y apasionado Pascual Osa no se ha sentido satisfecho con rescatar las mejores piezas del baúl de nuestra historia musical. Su lealtad a nuestra música y a España le ha llevado a no olvidar a nuestros mejores compositores vivos, algunos jovencísimos, y a dirigir sus obras para darles la visibilidad y el reconocimiento que merecen y que les hurtan las instituciones culturales españolas.
Habrá quien piense que esta apuesta por la música española y por los compositores jóvenes españoles colocan a Osa en las antípodas del mercado musical, aunque tan sólo le sitúan a años luz de las actitudes acomplejadas y pijas que no son capaces de reconocer lo bueno que tenemos en España, porque no pueden citar los nombres y apellidos de nuestros compositores y autores con el mismo acento snob e impostado con los que se refieren a los extranjeros, de los que probablemente sólo sepan recitar empalagosamente su nombre.
En definitiva, el bueno de Pascual Osa es un romántico inevitable, pero es también un hombre que sabe distinguir la virtud musical entre las partituras de un olvido empolvado, y es un hombre valiente que muestra al mundo su descubrimiento, su pasión, y su razón musical. Habrá quien vea contradicciones entre lo elevado, lo cosmopolita y lo espiritual de la música y la supuesta baja pasión del patriotismo, del amor a la tierra de los padres, y el intento por recuperar sus mejores piezas musicales. Pero no hay contradicción, porque tanto la música como la patria se encuentran en el terreno de las altas pasiones, que sólo los espíritus sensibles y elevados saben apreciar. Osa lo ha rubricado con su ejemplo.
Publicado en el diario Alba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario