En un país como el nuestro, en el que la separación de poderes es tan discutida y discutible, ningún poder –ni los públicos ni los privados- se libran de la alargada sombra de quien detenta el Poder en realidad: los líderes de los partidos políticos. Ni la judicatura, ni la prensa, ni el mundo de la empresa son realmente independientes y libres en el ejercicio de sus actividades. En los medios de comunicación españoles, tan maniatados por los políticos, existen auténticas excepciones que ponen en tela de juicio la ortodoxia establecida, sobre todo en el ámbito de la derecha, que adolece por norma general del sectarismo que aqueja a la izquierda mediática y política, aunque también en esto hay excepciones a la regla.
Ocurre que incluso en esos medios libres e independientes se tienen unas posiciones, una línea editorial una ideología, que normalmente sus comunicadores reproducen sin fisura. Y ahí es donde entra en acción nuestro protagonista, Luis del Pino, que no sólo trabaja en un medio independiente, pequeño y con extraordinario mérito, sino que se expresa a su vez con independencia de criterio, -con criterio propio, valga la redundancia-, aunque ello le haga entrar en contradicción abierta con el lugar que ocupa y con el pequeño medio que representa, que –dicho sea de paso- se permite el liberal y dadivoso lujo de contar con comunicadores independientes.
No digo que al honesto –esa es la característica esencial de los hombres libres- Luis del Pino haya que incluirle en la Historia de los heterodoxos españoles, pero esa dosis de pensamiento crítico, ese esfuerzo de análisis, esa rebeldía ante cualquier ortodoxia es absolutamente sana y beneficiosa en términos sociales. Y, curiosamente, que Luis del Pino vaya a lo suyo, es –paradójicamente- bueno para sus conciudadanos, porque Luis Del Pino va a lo suyo preocupado por lo nuestro, por lo de todos, por el proyecto común de España. Por eso nos ha regalado a los españoles investigaciones denodadas del atentado del 11-M, por eso nos ha hecho vivir en la duda frente a lo que la mayoría comunicaba, por eso no ha comulgado con una descalificación monolítica y acrítica de los indignados. Luis del Pino en todo se sumerge personalmente, no da nada por supuesto, no se conforma con la primera explicación, y trata de llegar hasta el fondo de las cosas. Se equivocará o no, pero esa característica, de la que carecen los perezosos, le hace ser uno de los compatriotas más valiosos con los que contamos.
Por si fuera poco, su compromiso con la sociedad civil organizada está fuera de toda duda, y fuera de todo parámetro. Ha prestado sus programas, no de manera puntual, sino de forma sostenida, a un sinfín de asociaciones y fundaciones para que éstas explicasen –explicásemos- de manera detallada nuestros objetivos, e incluso el modo en que se podía colaborar con las mismas. De hecho llegó a impulsar en su día iniciativas sociales como la de los Peones Negros que tuvieron una presencia permanente en las calles españolas y en todo tipo de movilizaciones contra el terrorismo. Quizá el haber sido cocinero antes que fraile, y el no haber pasado desde la Facultad de Periodismo a los medios de comunicación, sino desde la Facultad de Ingeniería, le da una visión especial, y espacial, que le hace ser una rara avis en el panorama mediático español.
Periodista de facultad o ingeniero de telecomunicaciones. ¿Qué más da? Lo cierto es que Luis del Pino está facultado para el pensamiento crítico, comprometido con la unidad de España, y sensibilizado con las víctimas del terrorismo, a las que ha dado voz como muy pocas personas lo han hecho antes en España. Gracias a que Luis del Pino va por libre somos todos un poco más libres. No otra cosa necesitamos en esta España de sectas y banderías en las que las libertades de los ciudadanos valen tan poco y las de los grupos se elevan a los altares.
Ocurre que incluso en esos medios libres e independientes se tienen unas posiciones, una línea editorial una ideología, que normalmente sus comunicadores reproducen sin fisura. Y ahí es donde entra en acción nuestro protagonista, Luis del Pino, que no sólo trabaja en un medio independiente, pequeño y con extraordinario mérito, sino que se expresa a su vez con independencia de criterio, -con criterio propio, valga la redundancia-, aunque ello le haga entrar en contradicción abierta con el lugar que ocupa y con el pequeño medio que representa, que –dicho sea de paso- se permite el liberal y dadivoso lujo de contar con comunicadores independientes.
No digo que al honesto –esa es la característica esencial de los hombres libres- Luis del Pino haya que incluirle en la Historia de los heterodoxos españoles, pero esa dosis de pensamiento crítico, ese esfuerzo de análisis, esa rebeldía ante cualquier ortodoxia es absolutamente sana y beneficiosa en términos sociales. Y, curiosamente, que Luis del Pino vaya a lo suyo, es –paradójicamente- bueno para sus conciudadanos, porque Luis Del Pino va a lo suyo preocupado por lo nuestro, por lo de todos, por el proyecto común de España. Por eso nos ha regalado a los españoles investigaciones denodadas del atentado del 11-M, por eso nos ha hecho vivir en la duda frente a lo que la mayoría comunicaba, por eso no ha comulgado con una descalificación monolítica y acrítica de los indignados. Luis del Pino en todo se sumerge personalmente, no da nada por supuesto, no se conforma con la primera explicación, y trata de llegar hasta el fondo de las cosas. Se equivocará o no, pero esa característica, de la que carecen los perezosos, le hace ser uno de los compatriotas más valiosos con los que contamos.
Por si fuera poco, su compromiso con la sociedad civil organizada está fuera de toda duda, y fuera de todo parámetro. Ha prestado sus programas, no de manera puntual, sino de forma sostenida, a un sinfín de asociaciones y fundaciones para que éstas explicasen –explicásemos- de manera detallada nuestros objetivos, e incluso el modo en que se podía colaborar con las mismas. De hecho llegó a impulsar en su día iniciativas sociales como la de los Peones Negros que tuvieron una presencia permanente en las calles españolas y en todo tipo de movilizaciones contra el terrorismo. Quizá el haber sido cocinero antes que fraile, y el no haber pasado desde la Facultad de Periodismo a los medios de comunicación, sino desde la Facultad de Ingeniería, le da una visión especial, y espacial, que le hace ser una rara avis en el panorama mediático español.
Periodista de facultad o ingeniero de telecomunicaciones. ¿Qué más da? Lo cierto es que Luis del Pino está facultado para el pensamiento crítico, comprometido con la unidad de España, y sensibilizado con las víctimas del terrorismo, a las que ha dado voz como muy pocas personas lo han hecho antes en España. Gracias a que Luis del Pino va por libre somos todos un poco más libres. No otra cosa necesitamos en esta España de sectas y banderías en las que las libertades de los ciudadanos valen tan poco y las de los grupos se elevan a los altares.
Defender la libertad, es defender que puedas decir lo que quieras aunque no yo no esté de acuerdo. La primera obligación de un gobierno democrático es dar voz a aquellos que opinan en su contra.
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